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¿Alguna vez os habéis planteado la cantidad de aplicaciones diferentes hacia dónde podemos enfocar un sistema de audio?

Son muchas las situaciones en las que nos enfrentamos a la sonorización de un ambiente determinado y está claro que existen multitud de alternativas para lograr el ansiado objetivo. Pero, ¿son todas ellas igual de válidas? ¿Realmente estamos diseñando una configuración adecuada para el problema en cuestión? ¿Se puede ser proactivo antes de empezar una instalación y anticiparse a los defectos o características del espacio o del equipo que puedan perjudicar la calidad del sonido final?

La experiencia nos dice que, en la mayoría de ocasiones, preferimos trabajar con un equipo ya conocido que nos dé garantías y así evitar complicaciones pero hay que tener en cuenta que esta filosofía no es siempre sinónimo de éxito.

Con el artículo de hoy queremos regalar unas pinceladas de sentido común dentro de la industria del sonido. En próximas entregas tendremos tiempo de profundizar en temas más técnicos pero, como se suele decir, todo a su debido tiempo. Empecemos por lo más sencillo.

Sabemos que existen miles de aspectos físicos que condicionan indiscriminadamente nuestro trabajo. Esta parte teórica es indispensable para alcanzar el sobresaliente pero podríamos decir que entraría dentro del cómo hacerlo. Antes de plantearnos la forma de acometer el trabajo tenemos que tener meridianamente claro qué queremos hacer y, sobre todo, para qué lo vamos a hacer.

Dejando a un lado los usos domésticos (un salón con equipos multimedia, un pequeño hilo musical, un estudio casero…) nos encontramos ante un mar de utilidades que resolveremos de maneras muy diferentes. Os propongo que hagamos el siguiente ejercicio con diferentes ejemplos:

1º) Identificar la aplicación (qué queremos)

2º) Vamos a hacer un estudio de las características de la misma y de sus elementos (anticiparnos a dificultades)

2º) Valorar algunas configuraciones con las que podríamos alcanzar nuestro propósito (dentro de lo que conocemos, qué encaja mejor);

4º) Y último, vamos a decantarnos por una solución que, a priori, partiría como el sistema de audio más aconsejable

Queremos sonorizar un pequeño local rectangular que abrirá como discoteca. De la descripción del objetivo ya podemos extraer alguna característica a tener en cuenta en esta práctica inicial: la forma, capacidad y estructura del espacio a sonorizar. Con estos primeros datos ya debemos ir haciéndonos una idea de la distribución de las cajas acústicas a utilizar, el tipo y potencia de las mismas y la colocación con una dirección angular determinada de cada una de ellas. Si acertamos en estos puntos conseguiremos optimizar realmente el sistema y conseguiremos así ahorrar dinero. En esta aplicación no tendría sentido decantarse por altavoces de techo ya que la potencia y rango de los mismos no alcanzan los mínimos que esperaríamos de una sala de baile.

Al ser una instalación fija, y mirando de nuevo el precio, nos interesa que las cajas a instalar sean pasivas y que la amplificación de las mismas venga gestionada por una o varias etapas estéreo o, incluso, una multicanal. La elección de la etapa dependerá finalmente del número y potencia de altavoces que instalemos.

Otro punto importante es qué tipo de fidelidad de sonido buscamos con respecto a la fuente origen. En este primer ejemplo no se necesita un sonido con presencia, elegante o preciso, más bien, un sonido bruto con buena pegada en los graves y unos agudos marcados. Vamos vislumbrando ya la aparición en el local de una par de cajas de subgraves que apoyen el cono de LF (low frecuencies) de los altavoces. Para alargar la vida de los mismos, y conociendo la saturación de este tipo de aplicaciones, podemos ir apuntando ya el intervalo entre las 10 y 15” de woofer. El tamaño de tweeter de las cajas para la propagación de HF (high frecuencies) no tendrá tanta relevancia en esta configuración por la ya citada saturación que se “busca” en este tipo de aplicaciones.

Este sistema de sonido que pretendemos diseñar será el medio para emitir canciones, conciertos de DJ o, por suponer, alguna clase de baile donde el profesor necesite conectar un micrófono inalámbrico de diadema para dar sus indicaciones sobre la música. Para unificar todos estos usos la mejor opción es una mesa de mezclas analógica que nos envíe la señal principal de la mezcla, muy sencilla en este caso, a la etapa. También nos podría permitir realizar envíos concretos a un monitor de escenario (para apoyar el trabajo de un DJ, por ejemplo). La mesa o mezclador se convertirá en el verdadero centro de operaciones del sistema y la principal decisión sobre este elemento será el número de canales y los tipos de entrada de los mismos. En este ejemplo podría valernos una mesa de 10 canales con 4 previos para micrófono con entrada XLR. Otro elemento a añadir a esta configuración de cara a moldear el sonido que saldrá por los altavoces podría ser un ecualizador externo, aunque los que traen de serie los nuevos mezcladores pueden evitar la compra de otro aparato.

Para poner nombre y apellido a las soluciones propuestas, nosotros nos decantaríamos por los siguientes productos:

– 1 Mezclador analógico Yamaha MGP12X de 12 canales

– 3 etapas estéreo Electrovoice Q66 II de 380W por canal

– 1 etapa estéreo Electrovoice Q44 II de 270W por canal

– 2 subgraves pasivos ECLER AMBIT SB110 10” 200W/400W

– 6 cajas acústicas pasivas YAMAHA BR15 de 15″ 400W

– 1 equipo inalámbrico con micrófono de diadema Sennheiser XSW52

Todas estas conclusiones las hemos sacado a desde una vaga descripción inicial del ejemplo así que imaginaos todo lo que se podría valorar a partir de un estudio real y profesional de una aplicación.

En el próximo artículo vamos a realizar otros tres análisis del mismo tipo.  Para ir abriendo boca, nos enfrentaremos a una sala de conciertos, a un local de ensayo de una banda de rock y a un auditorio de conferencias. Podéis ir pensando desde ahora en las posibles diferencias……..

Y, para los más atrevidos, ¿cómo configuraríais vosotros el ejemplo de hoy?

Animaos, ¡existen infinidad de esquemas válidos!

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